Hazle comprender que sus preocupaciones son válidas, y que paso a paso puede superar sus miedos.
Ya conoces la historia de todos los días. Mientras los demás niños hacen la fila para subirse al bus escolar, tu hijo se da vuelta y te dice, “No quiero subirme al bus. Me duele el estómago. Por favor, no me hagas ir.” Aquí vamos de nuevo, lo que debería ser una rutina mañanera simple se convierte en un desafío desalentador.
Miras a tu hijo y ves en su rostro un terror genuino. Quieres calmar su preocupación y hacerlo sentir mejor, así que intentas con lógica: “Caminamos cuatro cuadras para subirnos a este bus porque su conductor tiene un record de ¡cero accidentes!”. Pero él no se mueve.
Continúas dándole seguridad: “Te prometo que estarás bien. Mírame, confías en mí, ¿verdad?”. Él asiente con la cabeza. Unos segundos más tardes vuelve a susurrar, “Por favor no me hagas ir.” Y ahí te entregas a la ira, “Te subirás a este bus ¡en este momento! Sino habrán graves consecuencias.” Se sube al bus, pero tú te sientes terrible.
Si esta situación te suena familiar, tienes que saber que no estás sola. La mayoría de los padres moverían montañas para aliviar el dolor de sus hijos, y si tu hijo tiene ansiedad, de seguro mueves planetas y estrellas también. Duele el ver a tu hijo preocuparse de situaciones que no parecen dar tanto miedo. En la mente de tu hijo, estas situaciones son realmente amenazantes. Y aunque sean amenazas según su percepción y no reales, generan una respuesta en el sistema nervioso. Esta respuesta se llamaansiedad.
La ansiedad es más común de lo que parece. 40 millones de norteamericanos la padecen, así como cada 1 de 8 niños. Muchos de estos faltan a clases, actividades sociales, y pierden noches de sueño solo por pensamientos de preocupación que se instalan en sus cabezas. Muchos padres se frustran y se sienten impotentes cuando presencian el estado de sus hijos todos los días. Pero hay varias técnicas (basadas en investigaciones) que pueden ayudar a controlar esta situación.
Es posible enseñarles a los niños como pasar de sobrevivir, a realmente encontrar un significado, propósito y felicidad en sus vidas. Para esto, presentamos 9 ideas que los padres pueden aplicar:
1. Deja de tranquilizar a tu hijo
Tu hijo se preocupa, y como sabes que no hay nada porqué hacerlo, le dices “Confía en mí”. Tu intento por tranquilizar al niño se va tan rápido como llega. Su cerebro no recibe ese mensaje, aunque quiera. En periodos de ansiedad, el cuerpo se deshace de químicos y se ejecutan transiciones mentales en tu cuerpo que aseguran la supervivencia. Uno de los efectos secundarios, es que la corteza prefrontal – la parte lógica de tu cabeza – se pone en pausa, mientras que la parte emocional entra en modo automático. Por lo que a tu hijo le es muy difícil pensar con claridad o recordar tareas básicas. En vez de utilizar este recurso, puedes hacer los siguientes pasos:
- Frena. Detente y respira profundamente con tu hijo. Esta acción puede revertir la respuesta del sistema nervioso.
- Empatía. La ansiedad da mucho susto y debes decirle a tu hijo que entiendes por lo que está pasando.
– Evaluación. Una vez que esté calmado, es tiempo de encontrar posibles soluciones.
- Liberación. Deja que tu culpa desaparezca; eres una madre increíble buscando las mejores herramientas para esta situación.
2. Destaca el por qué es bueno preocuparse
Recuerda que la ansiedad es dura, incluso sin que el niño crea que hay algo en mí que no está bien.Muchos sienten incluso ansiedad sobre tener ansiedad. Enséñales a tus hijos que el preocuparse tiene, de hecho, un propósito.
La preocupación es un mecanismo defensivo. Hace que suene una alarma en nuestro sistema, lo cual nos ayuda a sobrevivir al peligro. Enséñale a tus hijos que el preocuparse es algo perfectamente normal, y quetodos lo hacemos de vez en cuando. A veces nuestro sistema da falsas alarmas, pero puede ser controlado con técnicas simples.
3. Dale vida a la preocupación de tu hijo
Cómo probablemente sabes, ignorar el problema no lo hace desaparecer. Pero darle vida a la preocupación de tu hijo y hablar de ello como si fuera una persona real puede que ayude.
Puedes crear un personaje que represente la preocupación de tu hijo. El personificarla tiene muchos beneficios: puede desmitificar esta terrible respuesta física que los niños experimentan cuando se preocupan, ayuda a reactivar el cerebro lógico, y es una herramienta que tus hijos pueden usar por sí mismos en cualquier momento.
4. Enséñale a tu hijo a ser un detective de pensamientos
Recuerda que preocuparse es la forma en que nuestro cerebro nos protege del peligro. Para asegurase de que estamos poniendo atención, la mente a menudo exagera. Puede que hayas escuchado que el enseñarle a tu hijo a pensar de forma más positiva puede calmarlo, pero la mejor cura para un pensamiento distorsionado es pensar correctamente. Usa el método de las tres C:
– Controla tus pensamientos: Imagina que cada pensamiento que tienes flota sobre tu cabeza como una burbuja. Ahora, atrapa uno de esos pensamientos tales como “A nadie le agrado en la escuela”.
- Colecciona evidencia: Luego, junta toda la evidencia que tengas para respaldar o negar este pensamiento. Enséñale a tu hijo a no hacer juicios basándose en sentimientos.
- Crea un desafío para tus pensamientos: La mejor forma de hacer esto es enseñarle a tus hijos a debatir consigo mismos.
5. Permíteles preocuparse
No incentives a tus hijos a guardar sus pensamientos, permite que se preocupe de forma abierta. Crea un ritual diario llamado “tiempo de preocupación” que dure de 10 a 15 minutos. Durante este, anima a tu hijo a que libere todo lo que ocupa su mente por escrito. Puedes hacer la actividad más divertida decorando una caja de preocupaciones. Durante este tiempo no habrán reglas sobre lo que se considere una inquietud válida. Cuando se acabe el tiempo, cierra la caja y despídete de las preocupaciones por el día.
6. Ayúdalos en la transición del ‘qué pasaría si’ a la realidad
Puede que no sepas esto, pero los humanos somos capaces de viajar en el tiempo. Mentalmente, ocupamos mucho tiempo en el futuro. Para alguien con ansiedad, estos viajes en el tiempo pueden agravar su estado. Estudios muestran que el volver al presente puede aliviar esta tendencia. Un método efectivo de hacerlo es practicar ejercicios de meditación. Para hacer esto, ayuda a tu hijo a simplemente concentrarse en su respiración por unos minutos.
7. No intentes evitar todo lo que causa ansiedad
¿Evaden tus hijos los eventos sociales, los perros, la escuela, los aviones, o básicamente cualquier situación? Como padres, ¿los ayudamos? ¡Por supuesto! Es natural que lo hagamos. La parte de huída de estas circunstancias hace que tu hijo escape de las situaciones amenazantes. Desafortunadamente, a la larga, hace que la ansiedad sea peor.
La alternativa es intentar con un método llamado escalada. Los niños que son capaces de manejar su preocupación la separan en trozos manejables. La escalada usa este concepto de trozos y exposición gradual para alcanzar una meta. Digamos que tu hijo tiene miedo a sentarse en los columpios del parque. En vez de evitar esta actividad, crea mini metas para acercarse al objetivo mayor. Puedes repetir cada paso hasta que la exposición se vuelva fácil; ahí es cuando sabes que es momentode avanzar al siguiente escalón.
8. Crea una lista de control
Cuando los niños enfrentan a la ansiedad se sienten como si estuviesen en una emergencia. ¿Por qué no mejor crear una lista de control para que tengan un método paso-a-paso para calmarse? ¿Qué quieres que hagan cuando sienten que se avecina un momento de ansiedad? Si respirar los ayuda, entonces el primer paso es detenerse y respirar. Luego, ellos pueden evaluar la situación. Al final, puedes imprimir y tener a mano una lista de control para que tu hijo pueda acudir a ella.
9. Practica la auto-compasión
El observar como tu hijo sufre de ansiedad puede ser doloroso, frustrante, y confuso. Los estudios revelan que la ansiedad es, a menudo, el resultado de múltiples factores (por ejemplo genes, fisiología del cerebro, temperamento, factores de entorno, eventos traumáticos vividos, entre otros). Piensa que no causaste la ansiedad de tu hijo, pero que puedes ayudarlo a superarla. Recuerda que no estás sola y que no tienes la culpa. Debes perdonarte y concentrarte en tu hijo.
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